Mi voluntariado en prisión

Hay veces que las carambolas del destino son estupendas, y una, no sabe cómo, se embarca en aventuras que terminan siendo las mejores decisiones que ha tomado nunca… Yo llegué a Acope hace poco menos de un año gracias a una ruptura que me devolvió mi tiempo, a un continuo cabreo monumental con un mundo que no entiendo, a la necesidad de hacer algo real para que las cosas sean un poquito más justas, a una vieja inquietud por la vida de la cárcel, y a un anuncio de colaboración en una página web que se coló en mi pantalla en el momento preciso…

 

Con las ansias que te da toda esa mezcla, y la capacidad de decisión muy por encima de mis posibilidades, contacté sin pensarlo, y hablé con Cristina. Yo lo quería todo para el día siguiente, pero como la persona calmada que no soy (aunque lo intenté fuertemente), me espere al jueves para ir a la entrevista, y me apunté al curso de voluntarios, y ahí ya empecé a sentir que estaba en el sitio correcto: por la dedicación y profesionalidad de las mujeres de Acope, por la pasión, la fuerza y vehemencia que se gastan, porque saben de lo que hablan y te lo saben contar.

 

Como los permisos para poder entrar en la cárcel van despacito, mientras tanto, empecé a ir al piso de acogida que tienen en Villaverde para las mujeres que salen de permiso. Y si tenía alguna duda, allí coincidí con dos presas de la cárcel de Brieva que me confirmaron, otro poco más, que sí, que el sitio era el bueno, porque «la vida es injusta, chavala», y a mí me tocaron en blandito, qué le voy a hacer.

 

También pude ir a la fiesta de fin de curso que se organiza en la cárcel de Alcalá Meco, que es un despliegue de recursos y de tiempo y de esfuerzo y de ganas…  Entrar en la cárcel ya de por si te impresiona, y juntar a ciento y pico presas y pasar una tarde de juegos y música, pues te deja con la sensación de no saber cómo has llegado ni qué tipo de locura es esa, pero que lo que estás haciendo no solo es bueno, sino que tiene sentido. Buenos mimbres y un proyecto serio, que no es solo caridad para sentirte bien.

 

Y antes de lo que pensaba llegó el permiso para entrar en el centro de Brieva, y formar parte del taller cultivando-te, y hacer jardineras. Que puede parecer una tontería, pero que dentro de la cárcel, excluida y con la autoestima así de esta manera, resulta ser un trabajo de confianza y formación mucho mas importante que una simple jardinera. Porque las mujeres de la cárcel están tropemilmente excluidas, por ser delincuentes, por ser pobres, por estar enfermas, por tener trastornos, por ser «malas madres», por ser lesbianas, por ser trans, por ser mujeres… tienen historias terribles de abusos, las ha machacado un sistema injusto y desproporcionado, una legislación penal y penitenciaria demencial y arbitraria, donde la reinserción es poca y pobre, porque ni llega ni se la espera… Y cuando descubres todo eso, y te da así una bofetada en la cara, ya no puedes hacer que no pasa nada, ya no te puedes ir a ningún otro lado…. Y te tienes que quedar, y hacer jardineras con ellas, para que sepan que son capaces. Y colarte en alguno de los otros talleres de comunicación que se hacen, y escucharlas, escucharlas mucho, y confirmar y saber, con la certeza esta que sale de las tripas, que sí, que este sitio sí, que así sí…

Acope

Comment (1)
Marga Aguilera
30 enero, 2019

Precioso testimonio, desde la tripas, desde el corazón.

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